
En 1977, el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) incursionó en un área que se transformaría en una poderosa herramienta para el control de la explotación de los campos petroleros: los simuladores.
El Instituto diseñó y construyó un Simulador de control de brotes a escala real, con una microcomputadora y equipo electrónico semejante en tamaño y presentación física a un piso completo de perforación. Este simulador, cuyo principal objetivo era adiestrar al personal responsable de la perforación de pozos, permitió crear condiciones idénticas a las de los brotes imprevistos de los fluidos de un pozo en operación y establecer las condiciones para controlarlos mejor.
En paralelo, se trabajó en el desarrollo de tecnología de vanguardia para simuladores de brotes en pozos petroleros, con el fin de analizar el comportamiento de los yacimientos de gas seco y aceite volátil, como los del área cretácica de Chiapas y Tabasco, y del flujo de tres fases en los yacimientos fracturados.