El 4 de agosto de 1897, Manuel Campello Esclapez encontró en Elche, España, el busto ibérico más famoso, pues ha estado lleno de incógnitas sobre su origen y simbolismo, como la propia cultura ibérica.
Los iberos habitaron una franja entre la Alta Andalucía y el río Herault, en Francia, de los siglos VI a I antes de nuestra era; mantuvieron estrecho contacto con fenicios, griegos, cartagineses y romanos; tenían una gran complejidad social, económica y cultural; desarrollaron un sistema de escritura y de pesas y medidas; trabajaron los textiles, el hierro y esculturas de terracota, bronce y piedra, como la Dama de Elche.
Esta escultura, en piedra caliza, es de una mujer de la nobleza ibérica, realizada entre los siglos V y IV antes de nuestra era, que se ocultó intencionalmente, ya que se construyó un semicírculo de losas protectoras que delimitaban su espacio relleno de arena, lo que permitió su conservación policromática.
Días después de su hallazgo, la pieza fue comprada por el Museo de Louvre. Posteriormente, como parte de un convenio entre España y Francia, la escultura regresó a España, al Museo del Prado, en 1941. Actualmente se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid.