Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar

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En 1988, en Bogotá, Colombia, se conformó la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (Conlatraho) y allí se propuso al 30 de marzo como Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, con el propósito de promover el valor de este trabajo y convocar acciones para revindicar los derechos de quienes lo realizan, en su mayoría mujeres indígenas o de escasos recursos.

El trabajo del hogar es un empleo y, por lo tanto, debe ser digno. Las personas trabajadoras del hogar prestan servicios para el cuidado de otras personas: infantes, adultos mayores y personas enfermas. Realizan tareas que contribuyen al mantenimiento de los hogares, como la limpieza o la preparación de alimentos. Esto permite a quienes los contratan cumplir con sus obligaciones laborales y personales o contar con tiempo de descanso.

En el trabajo doméstico se cruzan varias discriminaciones basadas en los grupos étnicos y las de género (asignación de las tareas domésticas y de cuidado de forma casi exclusiva a las mujeres), ya que muchas de las personas vinculadas al sector del servicio doméstico en la región han sido principalmente mujeres indígenas y afrodescendientes. Esto ha profundizado la discriminación y ha dificultado tanto transformar la visión de explotación histórica, como posicionar el principio de que el Estado y el/la empleador/a deben garantizar los derechos laborales en el trabajo doméstico, con los mismos derechos laborales que tienen otros empleos y asegurar el trabajo decente.

El trabajo doméstico no remunerado y remunerado es central para la “sostenibilidad de la vida humana” y para el funcionamiento de los hogares, la economía y el conjunto de la sociedad. Tradicionalmente ha recaído en las mujeres, a quienes la sociedad responsabiliza de llevar adelante las tareas del hogar y el cuidado de todas las personas, relegando en muchos casos sus proyectos personales, entre ellos, la posibilidad de acceder al mercado laboral.