El 24 de febrero de 1896 el ingeniero y físico francés Antoine-Henri Becquerel, mientras trabajaba en la fosforescencia con rayos catódicos, descubrió casualmente una radioactividad producida por las sales de uranio que había dejado junto a unas placas fotográficas envueltas en papel negro, mismas que aparecieron veladas a pesar de estar protegidas de la luz solar.
Tras el descubrimiento de los rayos X por Wilhelm Röntgen en 1895, Becquerel estudio la relación entre la radiación invisible de esos rayos y la fosforescencia, descubriendo una radiación diferente a la emitida por los rayos X.
El científico observó que el uranio había velado las placas por la radiación que emitía, descubriendo así la radioactividad natural, hecho por el cual es considerado el padre de la radioactividad. Por su trabajo en este campo compartió en 1903 el Premio Nobel de Física con Pierre y Marie Curie.
Becquerel además estudió los campos magnéticos de la Tierra y sobre la absorción de la luz por los cristales. Murió en 1908 en Francia, a los 55 años, víctima de un infarto. Aunque la radioactividad es dañina para los humanos, tiene múltiples aplicaciones médicas y es de gran utilidad para la generación de electricidad.